«Creencias»: nuestro sistema de creencias
Hay creencias religiosas, pero también las hay científicas, filosóficas y relativas a la esfera de la vida cotidiana...
Las «creencias»: un conjunto de ideas, la mayoría insconscientes y heredadas, que pueblan nuestra mente y que condiconan enormemente nuestra vida, más de lo que pensamos.
Con nuestras «creencias» damos un sentido a la vida que nos toca vivir, a cada una de las cosas que experimentamos.
Las «creencias» las damos por supuestas. Son la base sobre la cual cada individuo construye su concepción de la realidad de acuerdo a las elecciones que hace en cada instante. Las creencias influyen en el comportamiento del individuo, operan desde el fondo de nuestra mente.
Identificamos la realidad con lo que nos ofrecen nuestras creencias. Lo que para nosotros es real depende de lo que nosotros “creemos”, de nuestro sistema de creencias.
Estos sistemas de «creencias» determinan el estilo de vida que llevas.
Podemos pensar que estamos solos y aislados, que la mala suerte nos persigue, que todo nos sale mal, que la vida no es sino un valle de lágrimas, sobre la existencia o no de otra vida tras la muerte física, la creencia de que la vida es como es y que no podemos hacer nada para cambiarla, la creencia irracional y falsa de que la causa de la felicidad está fuera de mi... Quizás estés encerrado en tu mundo mental, encarcelado en tu propia consciencia. Quizás te veas como un ser humano individual, aislado, separado de los demás, encerrado en tu mundo, en tus propias creencias, en tus propias ambiciones… Son un conjunto de «creencias» en las que estás sumergido y que pueden estar condicionando tu vida. A medida que crecemos la mente humana se va contaminando de las influencias externas; es así como se va formando, en función de los años, la costra de la falsa personalidad que nos envuelve, el ego artificial. Este ego o yo natural es encapsulado por una envoltura artificial que crece y se acumula por medio de la absorción de información, proveniente de toda clase de influencias externas. Lamentablemente, es ya demasiado tarde cuando el adulto advierte el áspero infortunio: su mente ha sido cultivada en el silencio del engaño; en ella han sido sembradas un sinfín de falsas creencias por medio de las cuales piensa, opina y actúa. Con todo eso lo que haces es limitarte, porque quizás te has creado una imagen depauperada de ti mismo, aún no has tenido la osadía de percibirte de una forma más elevada, de verte a ti mismo como un todo, integrado a todo lo que te rodea. Cuando soltamos estas creencias limitantes es cuando comenzamos a trascender y a ir más allá de nuestros propios límites.
Las creencias alimentan nuestra vida diaria. Todo lo que hiciste hoy, por ejemplo, ha estado condicionado por esa fuerza oculta dentro de ti, la fuerza de tus creencias. Las creencias todo el mundo las da por buenas, por asentadas, nadie se plantea cuestionarlas. Las creencias más arraigadas suelen guiar encubiertamente todo lo que hacemos. Funcionan como imparables comodines energizantes, alimentando nuestros pensamientos, emociones, acciones y reacciones.
Un «sistema de creencias» es el conjunto de ideas y principios que guían la forma en que una persona o grupo percibe el mundo y actúa en él. Estos sistemas pueden ser religiosos, filosóficos, culturales, o incluso personales… y pueden influir en diversos aspectos de la vida, como las relaciones, la toma de decisiones y la búsqueda de significado. Vamos incorporando creencias continuamente, las vamos incorporando a lo largo de toda nuestra vida. Los sistemas de creencias no son estáticos y pueden evolucionar a lo largo de la vida de una persona, especialmente a través de la experiencia y la reflexión. El sistema de creencias tiene un papel muy importante en nuestras decisiones y a pesar de esto, muchas veces nos pasan desapercibidas. En general no somos conscientes de nuestras creencias. Nuestras creencias más arraigadas e influyentes suelen ser inconscientes. Una «creencia» no tiene por qué ser necesariamente cierta (por ejemplo, antiguamente se creía que la Tierra era plana y que el Sol giraba alrededor de la Tierra). A lo largo de la historia, sin embargo, se han creído cosas que luego se demostraron ser falsas (p. e. que la Tierra era el centro del Universo). Hay algunas creencias que vemos como verdades absolutas y que nunca cuestionamos.
A menudo dependemos de creencias heredadas.
La mayoría de gente es más o menos esclavos de la herencia y del entorno y manifiestan poca libertad para sobreponerse al pensamiento común. Ellos son arrastrados por las opiniones, costumbres y pensamientos del entorno cotidiano, y también por sus emociones, sentimientos, humores, etc. Debemos hacer un esfuerzo para reemplazar el viejo paradigma por una versión más completa y expandida de la verdad. Hay una resistencia natural a cambiar de opinión y de creencias. El gran obstáculo es la escasa predisposición que en general tenemos los seres humanos para cuestionar nuestra manera de ver la vida. Lo normal es ponernos a la defensiva cada vez que escuchamos información nueva y desconocida. Especialmente cuando atenta directamente contra viejas creencias. Sin embargo, las creencias pueden cambiarse. Las creencias pueden ser conscientes o inconscientes, y pueden ser limitantes o potenciadoras, dependiendo de cómo se utilicen y se integren en la vida de la persona. Es importante tomar conciencia de ellas y renovarlas, actualizarlas, y si es necesario cambiarlas, ya sea por los aportes de la propia experiencia como también por voluntad propia consciente, dándonos la posibilidad de refutarlas, cuestionarlas o usarlas cuando nos son beneficiosas. Un cambio en nuestras creencias puede tener un gran impacto en nuestra vida. No se puede acceder a una nueva perspectiva de la vida sin un cambio en el sistema de creencias.
Con estas reflexiones se trataría de contribuir a adquirir un mayor grado de conciencia de nuestro propio sistema de creencias y tomar conciencia de cómo éstas nos condicionan sin casi darnos cuenta. Se trataría de que te cuestiones tus creencias y te propongas liberarte, porque cuando sales de tu mundo mental particular, tu nivel de conciencia del mundo se eleva a tal punto de alinearte con todo lo que te rodea. Reflexionemos, pues, sobre las «creencias»: qué son, cómo se crean, qué tipo de creencias hay, cuáles son sus características y cómo gestionarlas. Una invitación aque empieces a pensar por ti mismo y dispuesto, emprendas tu propia transformación hacia tu verdadera autonomía personal.
Se trataría de cuestionarnos seriamente nuestras creencias y nuestros valores, los cuales determinan mi percepción y mi nivel de conciencia.
Cuestionar nuestras creencias más arraigadas requiere de mucho coraje porque implica aceptar que hemos podido estar equivocados toda la vida. (David Fischman)
1. Sumergidos en un mar de creencias
Estamos atiborrados de creencias. Lo puedes descubrir en ti mismo, preguntándote por todo aquello que, en la percepción de la vida y del mundo, das por supuesto. Mientras des por válida, sin haberla puesto en cuestión, la visión del mundo recibida, estás otorgando de hecho a esa visión un carácter prácticamente “decisivo”. O cuando partes de una visión materialista de la realidad y la das por supuesta, se convierte en un a priori, un pre-juicio, –juicio previo–, que condicionará tu forma de ver el mundo y tu actitud ante la vida. Hay que tomar conciencia de nuestras creencias y analizarlas para descubrir su solidez o su falta de verdadero fundamento. Adoptando una actitud mental abierta y de sinceridad con nosotros mismos, nos podemos preguntar: ¿y si las cosas no fueran como nos las han enseñado?, ¿y si las respuestas no fueran las que hemos aprendido?, ¡¿y si la realidad no fuera como la pensamos?! Lo decisivo no es el hecho de que funcionemos con pre-supuestos, pre-juicios, sino en nuestra actitud ante ellos. Tales presupuestos son inevitables. Lo realmente decisivo es la lucidez y la humildad para detectarlos y someterlos a crítica y, de ese modo, evitar que se conviertan en creencias inamovibles.
Hay diversas clases de creencias. Desde generalizaciones que hacemos sobre la vida, las personas, el mundo: (La vida es bella / dura. La gente es mala / buena. Los animales son más crueles que los humanos…) hasta reglas que rigen nuestro comportamiento: (Si soy rico seré considerado. Si aprendo de mis experiencias y me desarrollo, tendré éxito en mi vida. Si tengo ingresos fijos, entonces tendré seguridad…). Las creencias pueden tener base empírica o no. Pueden ser o no discutidas. Las creencias científicas o históricas admiten discusión por cualquiera que sea experto y use un análisis lógico. Pero las creencias religiosas o políticas solo pueden ser discutidas por quienes tienen autoridad para ello.
Hoy hay una gran variedad de creencias, tantas como personas y lo normal es respetarlas. Las encuestas señalan, por ejemplo, que el 75% de la humanidad cree en un ser supremo, concebido culturalmente de varias maneras. En España, el 35% cree en la vida después de la muerte, un 20 % cree en la reencarnación; otro porcentaje menor cree en fenómenos paranormales, otros creen que con la muerte se acaba todo o simplemente aceptan las explicaciones de la ciencia al hablar de los fenómenos mentales…
De dónde proceden. Independientemente de lo que cada uno creamos, nuestra cultura occidental se nutre de raíces variadas, de origen griego-romano, judío, cristiano, católico… Es evidente que la cultura occidental ha bebido del mundo clásico y tiene unas raíces cristianas. Tenemos en el inconsciente y en el bagaje cultural muchas concepciones de origen griego o de procedencia judeo-cristiana. Nos hemos formado y hemos crecido en una creencia mediante la cual se nos ha conducido a identificarnos básicamente con nuestro cuerpo, creemos que fundamentalmente somos «cuerpo», nos hemos creído que somos sólo cuerpo; la medicina se ha enfocado a la cura del cuerpo, a la sanación del cuerpo para conservar la vida, sin tener en cuenta otras posibles dimensiones de la persona humana. La creencia de que estamos compuestos de cuerpo y alma inmortal nos llegó, por ejemplo, del platonismo. El dualismo alma-cuerpo está muy extendido gracias a religiones como el cristianismo, en concreto un cristianismo helenizado que bebió del platonismo. Esa creencia está directamente relacionada con la creencia en el más allá, del que realmente apenas sabemos nada, pues todo lo escrito, teorizado sobre la vida después de la muerte (premios y castigos, juicio final, resurrección de los muertos, inmortalidad del alma…) son elucubraciones, suposiciones, interpretaciones humanas o creencias religiosas, extraídas de ideas más antiguas adaptadas (procedentes fundamentalmente de Egipto, Persia, religiones orientales, Grecia…). Aunque las grandes tradiciones espirituales y las más avanzadas indagaciones de la ciencia actual algo de cierto empiezan a vislumbrar en ese ámbito. La creencia en la existencia de un alma o esencia más allá del cuerpo físico, en un alma vibrante, se convirtió en un principio central entre muchas de las principales religiones del mundo, incluidos el judaísmo, el cristianismo y el islam, mientras que el budismo adoptó el concepto de renacimiento recurrente. La creencia en el más allá también existe en el cristianismo, el islam y el judaísmo. El budismo tiene sus propios libros de los muertos. Quizás el más famoso de ellos, El Libro tibetano de los muertos, lo suelen leer los monjes y otras personas a quienes se enfrentan a la muerte para guiarlos en su paso a través de los estados de "bardo" a medida que salen de esta vida. O tenemos, por ejemplo, también muy arraigada la creencia de que la realidad es fundamentalmente física. Mientras los datos científicos acuales nos revelan que tan sólo el 0,03% del universo que vemos corresponde a cuerpos sólidos, como por ejemplo planetas. El 99,97% restante correspondería a energía oscura, materia oscura, neutrinos, estrellas, hidrógeno libre y helio. O hasta ahora ha habido un acuerdo básico muy extendido en que la conciencia es un proceso cerebral y que sin cerebro no puede haber conciencia. Sin embargo, se están gestando teorías prometedoras, como la de la neurología cuántica, que podrían dar una respuesta en el futuro. Es de personas prudentes mantener una mente abierta y no cerrarnos a ninguna posibilidad.
Un amplio abanico de creencias: de las creencias religiosas... a las creencias científicas. La religión, en principio, busca conocer la verdad, como la ciencia. La diferencia está en el procedimiento que se sigue para alcanzar las verdades. En las religiones, este procedimiento se basa en la tradición y en la autoridad. La Religión por basarse en la revelación divina, suele tomarse como modelo de creencia que no depende de la razón humana, y ejerce una función de sentido de la vida. Esta falta de base empírica la hace opuesta a la ciencia. Por la tradición, la gente suele creer cosas no evidentes porque los antepasados han creído lo mismo durante siglos. Ese tipo de creencias se sostienen porque están contenidas en los libros sagrados o porque las dicen personas importantes (autoridades). La ciencia también presupone unas creencias, y en ese sentido la hace similar a las religiones: se acepta que hay una realidad externa, que nuestros sentidos nos dan una indicación aproximada de ella, y que esa realidad es inteligible. Se asume que el pasado fue real y sobre el futuro se supone que los fenómenos que han existido en el pasado probablemente continuarán existiendo. La ciencia moderna, se revela como un mero sistema de creencias que fracasa radicalmente a la hora de ofrecer un conocimiento completo de la realidad. Son unas “asunciones” tan básicas que las necesitamos para sobrevivir en nuestra vida diaria. La ciencia moderna, se revela como un sistema de creencias que fracasa radicalmente a la hora de ofrecer un conocimiento completo de la realidad. Sin embargo, la ciencia no es solo una creencia más. No podemos aceptar que la ciencia es solo otro sistema de creencias, pues tales "creencias" no se forman por "fe ciega o intuitiva", o por un principio de autoridad, sino que se basan en observaciones múltiples e independientes, en la aportación de pruebas rigurosas, en la resistencia a los intentos de falsación.
2. ¿Qué son las «creencias»? / «Sistema de creencias»
Cada persona tiene sus propias creencias. ¿Qué es una «creencia»? Lo que un individuo tiene como verdadero, lo que piensa que son las cosas, lo que “cree” que son las cosas, el conocimiento o la experiencia que tiene acerca de un suceso o cosa. Un «sistema de creencias» es un conjunto de conceptos generales que gobiernan nuestra visión del mundo y nuestra actividad en él. Nuestro sistema de creencias es lo que opinamos sobre nosotros mismos, sobre los demás, sobre el mundo, sobre la vida. Está formado por el conjunto de valores sobre los cuales hemos decidido consciente o inconscientemente vivir nuestra vida.
Cuando hablamos de creencias nos referimos a lo que un individuo tiene como verdadero, el conocimiento o la experiencia que tiene acerca de un suceso o cosa. Las creencias no son sentimientos sino pensamientos que, no siempre, pueden expresarse verbalmente, aunque también tienen un importante componente emocional. Las creencias influyen en el comportamiento del individuo; operan desde el fondo de nuestra mente, las damos por supuestas, contamos con ellas tanto cuando pensamos como cuando actuamos. Aunque somos conscientes de algunas de ellas, en general nuestras creencias más arraigadas e influyentes son inconscientes, son algo personal y pueden ser diferentes a las creencias de los demás. Veamos algunos ejemplos de sistemas de creencias:
- Religiones: El cristianismo, el islam, el judaísmo, el hinduismo, el budismo, entre otros, son sistemas de creencias que ofrecen explicaciones sobre el origen del universo, la naturaleza humana, la moralidad y el propósito de la vida, además de rituales y prácticas específicas. Por ejemplo, un cristiano puede creer en la resurrección de Jesucristo, o en la existencia del cielo y el infierno.
- Ideologías políticas: El socialismo, el capitalismo, el liberalismo, el conservadurismo, entre otros, son sistemas de creencias que proponen modelos de organización social y gobierno, así como valores y objetivos políticos.
- Valores culturales: Creencias sobre la importancia de la familia, la amistad, el trabajo, la honestidad, la libertad, entre otros, pueden variar significativamente entre culturas y afectar la forma en que las personas interactúan y se relacionan. Por ejemplo, uno puede creer en la importancia de la virtud o la aceptación del destino.
- Creencias personales: Una persona puede creer en la suerte, en la capacidad de superación, en el destino, en la justicia del mundo, o en cualquier otra idea que influya en su forma de pensar y actuar. Por ejemplo, una persona puede creer que "todos los hombres son iguales" o que "siempre se consigue lo que se busca si se trabaja duro".
3. ¿Cómo se forma nuestro sistema de creencias?
Las creencias que tenemos pueden proceder de diversos ámbitos: familiar, religioso, político, filosófico, económico, cultural… Nuestras «creencias» provienen de los padres, educadores, amistades, experiencias propias, del ambiente cultural, de los medios de comunicación, de nuestro entorno… (ideas que están en el ambiente, que pertenecen a la época o generación que nos ha tocado vivir). Muchas de esas creencias son adoptadas en las tradiciones familiares, educación, algún acontecimiento que haya marcado nuestra vida a temprana edad, etc. Podríamos destacar que, las que provienen de nuestro sistema familiar y cultural, desde nuestros ancestros hasta nuestros padres, son las más arraigadas y automatizadas. Pero igualmente significativas son las que provienen de aquellas personas que vamos conociendo y pasan a ser importantes para nosotros como maestros, amigos, parejas, colegas hasta teorías. El proceso de incorporación de creencias nos suele pasar desapercibido, generalmente no nos damos cuenta del momento en que decidimos aceptar una creencia como propia. A muchas personas les cuesta dejar de creer en lo que creen, aun teniendo frente a sus narices una nueva realidad. Los sistemas de creencias son en definitiva los condicionantes que determinan tu vida y en la medida que vas adquiriendo mayor conciencia de lo relativo de ellas, las puedes ir flexibilizando o cambiando.
4. Las creencias como “filtro”
El conjunto de creencias que cada uno tenemos constituye el paradigma personal con el que afrontamos nuestra vida. Ese paradigma es la lente personal que utilizamos para observar la realidad, nos sirve de lente para interpretar la realidad y actuar en ella. Con nuestras «creencias» creamos una especie de filtro que utilizamos como criba en nuestra percepción de la realidad y en base a éste seleccionamos a qué prestamos atención, tomamos decisiones, nos conducimos por el mundo y nos influye en cómo nos sentimos y pensamos en todos los momentos del día.
Identificamos la realidad con lo que nos permiten nuestras creencias. Lo que para nosotros es real depende de nuestro sistema de creencias, de lo que nosotros “creemos” que es real. Cuando una creencia se instala en nosotros de forma sólida, nuestra mente descarta, no tiene en cuenta, las experiencias que no casan con ella. Una vez que creemos en algo, tendemos a ignorar las evidencias en contra y aceptamos sólo aquella información que refuerza esa creencia. Así, la realidad que llamamos Tierra es algo muy distinto para un científico que para un campesino de la época de Homero. Para el primero es algo físico, una cosa más de entre todas las del sistema planetario, para el segundo era un dios, un ser vivo al que se podía rendir culto y reclamar auxilio.
La mayoría de los seres humanos, aunque creen estar despiertos y ser habitantes del único mundo, en realidad están soñando, habitando en sus respectivos mundos subjetivos y particulares. El ego cae, de este modo, en una ilusión: cree ver «la realidad», pero lo que «ve», fundamentalmente, es el reflejo de sus propias creencias. Comienza a soñar. La Realidad, en toda su amplitud, riqueza y constante novedad, le es desconocida. El ego sueña porque se mueve en el círculo cerrado de sus propias creaciones mentales. Una auto-imagen mental define al yo y, a su vez, estas ideas que tiene sobre sí condicionan su percepción del mundo, sus ideas sobre la realidad.
Cada individuo suele habitar en un universo único, particular. Lo construye con el material de sus vivencias y percepciones, las cuales han sido filtradas por sus creencias, valores e intereses, por los condicionamientos que le han impuesto su cultura y su educación, y por la particular interpretación que ha hecho de su experiencia pasada. En la medida en que el yo superficial no es consciente de la subjetividad y arbitrariedad que caracteriza a estos filtros, pues está totalmente identificado con ellos, confunde su particular interpretación de las cosas con la realidad. No advierte que sus creencias crean una realidad a su medida. Que sólo ve lo que quiere ver y lo que no contraria dichas creencias. En otras palabras, que su percepción opera siempre como un mecanismo de proyección mediante el cual superpone en el ámbito de los hechos su propio mundo mental. (M. CAVALLÉ: La sabiduría recobrada)
5. Creencias y niveles de conciencia
Es claro que mientras vamos creciendo vamos experimentando distintos niveles de entendimiento respecto al mundo y a la vida y aceptamos con naturalidad estos distintos niveles entre un niño, un adolescente y un adulto. Cada nivel de conciencia elabora un complejo sistema de creencias. Es desde este sistema de creencias que se toman las decisiones cada día. Los distintos niveles de conciencia dependen de los cambios que se van produciendo en los complejos sistemas de creencias, que son la base sobre la cual cada individuo construye su realidad en la vida de acuerdo a las elecciones que hace a cada momento, y es muy importante reconocer esto, porque no se puede acceder a una nueva perspectiva de la vida sin un cambio en el sistema de creencias. Los sistemas de creencias son en definitiva los condicionantes que determinan tu vida.
Nuestra conciencia alcanzará niveles de comprensión más elevados en la medida que nos cuestionemos permanentemente nuestra realidad, siendo conscientes de que está sujeta a creencias y valores que muchas veces son dogmáticos e irracionales. El ego nos mantiene atrapados en la creencia de que todo y todos estamos separados, de que nuestras acciones, nuestros pensamientos, andan libremente, campan a sus anchas sin ir a ninguna parte. Todo ello está en relación directa con lo que se llama nivel de conciencia. Una pregunta que podríamos hacernos todos es la siguiente: ¿Qué es un nivel de conciencia? Y una posible respuesta: es una apertura, una ampliación de nuestra comprensión de lo que es la “realidad”. Un cambio de paradigma que nos permite cambiar nuestra percepción, liberándonos de los apegos y deseos que conllevan dolor y sufrimiento. Este es el “quid” de la cuestión: poner en duda, cuestionarnos seriamente nuestras creencias y nuestros valores, los cuales determinan mi percepción y mi nivel de conciencia.
Los sistemas de creencias necesitan estar equilibrados, ya que de ellos depende el éxito de tu vida. En verdad, gran parte de nuestra dicha y de nuestras frustraciones depende de nuestra comprensión del mundo. Sin atravesar los velos de la ignorancia, nos quedamos atrapados en los brillos de lo trivial, en esas rutinas diarias que nos absorben y enredan sin posibilidad de ampliar nuestra visión, en esa cultura en la que hemos nacido y nos impone las reglas, en ese entorno que dicta las modas, los cánones y las creencias que adoptamos sin demasiado cuestionamiento y que suelen limitarnos y constreñirnos con nuestro beneplácito al ser adoptadas de forma automática.
6. El nuevo paradigma emergente puede contribuir a cambiar nuestra percepción de la vida.
La superación de nuestro actual y quizás limitante sistema de creencias se puede conseguir con una mayor apertura de miras, con una nueva actitud mental de apertura, de no cerrazón, de no enrocarnos en nuestro particular mundo mental, no cerrándonos a la posibilidad de que las cosas tal vez pudieran ser de otra manera diferente a cómo las hemos creído, imaginado, ideado hasta ahora. Es lo que empieza a vislumbrarse a través del nuevo paradigma interpretativo emergente, en diversos ámbitos del pensamiento y la investigación en esta época y en este momento histórico que nos ha tocado vivir.
El nuevo es un paradigma poderosamente abierto a formas amplias de abordar la Naturaleza del Cosmos y nuestro papel en Él. Presenta un marco convincente y cohesivo del que emerge una comprensión ampliada sobre la naturaleza de la realidad. Puede contribuir a transformar la ciencia misma al separarse de los últimos vestigios que quedan del modelo materialista. Ofrece una base sólida para adoptar una visión post-materialista de la realidad, alumbrando una ciencia emergente que no está anclada en el intelecto y las limitaciones de los cinco sentidos, sino que está anclada en el corazón y da cuenta de toda la gama de experiencias multisensoriales del ser humano. Tiene como objetivo cambiar, reemplazar, nuestras creencias fundamentales, las creencias más comunes sobre la realidad, lo que a su vez puede contribuir a cambiar la forma de afrontar nuestra vida diaria, para convertirnos en agentes activos de cambio ético más allá del reduccionismo, el materialismo, el fetichismo del PIB, el consumismo sin sentido y el sectarismo de mente estrecha. El nuevo mapa de la realidad resultante de esta nueva visión proporciona una esperanza real para el planeta en un momento de crisis inminente y nos anima a todos a despertar a la realidad para desempeñar nuestro papel en esta nueva era de conciencia compartida. Una nueva forma de pensar sobre nuestro lugar en el universo y un nuevo enfoque multidimensional de la forma en que vemos la ciencia y afrontamos la búsqueda de la verdad.
Elaboración a partir de materiales diversos
Ver también:
Secció: CONEIXENT LA REALITAT
Secció: COSMOS
Per a «construir» junts...
«És detestable aquest afany que tenen els qui, sabent alguna cosa, no procuren compartir aquests coneixements».
(Miguel d'Unamuno, escriptor i filosof espanyol)
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Junts podem contribuir a ampliar la consciència «global»
Para «construir» juntos...
«Es detestable ese afán que tienen quienes, sabiendo algo, no procuran compartir esos conocimientos».
(Miguel de Unamuno, escritor y filósofo español)